lunes, 17 de noviembre de 2008

El Mérida prolonga su fiesta.



No hace mucho, un técnico de Primera, cobarde en su ideario futbolístico, proclamó que su equipo jugaba mal porque la prensa no era benévola en sus comentarios. Que de tanto leer en los medios escritos que jugaban de pena, sus jugadores se lo habían creído y no eran capaces de desconectarse de ese 'sanbenito'. Una triste idea que también adoptó un ex-entrenador emeritense en su tiempo. El caso es que ayer los futbolistas del Mérida desmintieron esta patraña para perdedores. Los de Milojevic volvieron a encadenar un excelente partido no porque la prensa escribiera mal o bien de ellos antes o después, no porque acabaran creyéndose lo que decían los periodistas de ellos, sino porque se gustaron hace una semana ante el Universidad, se divirtieron jugando a su deporte favorito y dignificaron su profesión. Y no hay receta mejor para afrontar el trabajo diario que desde la alegría y el placer.El encuentro que diseñó ayer el Mérida fue un calco al que trazó hace una semana ante el Universidad. Después de caracterizarse tras diez jornadas por no jugar a nada, innovar en cada partido y estar divorciado del gol, el conjunto de Milojevic ha evolucionado a un equipo que repele el pelotazo, que juega con sentido en cada una de las zonas del campo y que colecciona acciones claras de gol hasta aburrir. La metamorfosis del equipo es digna de estudio. Ahora juega el balón desde atrás, triangula correctamente en el centro del campo y goza de una facilidad sobreacogedora para poner en aprieto al cancerbero rival.Y todo porque por fin el Mérida suma jugadores a la causa. Ya no es sólo Sabino la cabeza visible de este equipo, el que sostiene todas las miradas en instantes de exigencia. Al santeño lo acompañan ahora Ismael, Magallanes, Víctor Bravo y Jandro. Hasta la fecha, el extremo asturiano se había quedado fuera de las bazas a favor con las que contaba este Mérida para desequilibrar un partido. Pero tras sus dos últimos recitales en el Romano, sobre todo el de ayer, Jandro deberá acostumbrarse a la exigencia. No sólo que se pida más, sino que resuelva y se erija como pieza fundamental en el engranaje del equipo. A partir de sus internadas por la derecha, el Mérida comenzó a crecer conforme se sucedían los minutos. Sin embargo, la primera acción digna de apuntar fue un disparo a media altura de Rosme en el minuto doce que supuso la ocasión más clara, aparte del gol, del Villa Santa Brígida en todo el encuentro. A partir del susto, todo, todo y todo fue obra y parte del Mérida, que asombraba en cada llegada. Estilo definidoMilojevic ha obligado a sus hombres a moverse entre líneas. Lo que antes no sucedía, sucede ahora: a veces Ismael, a veces Sabino, a veces Jandro y siempre Víctor Bravo, se cuelan entre la zaga y el mediocampo rival para recibir de cara un pase de los centrocampistas. Y a partir de ese hueco liberado, el equipo empieza a construir y gustarse. Una triangulación que acaba siempre en la banda contraria a donde empieza la jugada y un centro del extremo de turno que acaba siendo rematado por los delanteros. Se la ha aprendido tan de memoria y le sale tan bien que debería ya patentarla. Así tejía el Mérida su fútbol de ataque y así le daba resultados. Lo que sucede es que le cuesta aprovecharse de su superioridad. Tuvo un penalti cometido sobre Ismael en el ecuador de la primera parte que Magallanes, al lanzar horrorosamente mal, envió a las manoplas de Lisandro, junto a su masajista, el mejor de la expedición canaria. Partido calcadoPero tal y como sucedió hace una jornada, todo lo que desaprovechó el Mérida en la primera parte lo aprovechó en la primera acción de la segunda. Tras varias intentonas dentro del área a la salida de un corner, Sabino metió la puntera en el segundo palo en un balón cabeceado desde el primero por Magallanes para abrir el marcador. Era lo más complicado y ya se había conseguido. Por lo mostrado por uno y otro, parecía que el partido ya era coser y cantar. Sin embargo, por un agujero incomprensible que creó la pareja de centrales del Mérida se internó Leroy en la jugada posterior para, tras un mano a mano con Garavano, subir de nuevo el empate al electrónico. Y sin tiempo para lamentaciones, Magallanes fue agarrado dentro del área dos minutos después para que el árbitro señalara un penalti que acabó convirtiendo, esta vez, Víctor Bravo.Lo que sucedió luego retrató al actual Mérida. Ni se cerró, ni renunció a su idea de juego. Quiso conservar el resultado y aumentarlo a través de la posesión del balón, de presionar muy arriba, de seguir jugando como si no hubiera puntos en juego y el fin fuese entretener al público. A pesar de la expulsión injusta de Chus Bravo a veinte minutos del final, el Mérida no cambió ni ápice su guión. Y el fútbol se lo recompensó. A él y a la grada, que ahora sí que disfruta.


Crónica y foto: http://www.hoy.es/

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