Conquistar sin riesgo es triunfar sin gloria. Milojevic lo sabía. Cuando lo pensó, su equipo empataba a cero con uno menos frente al Águilas y el Granada ganaba por la mínima al Ceuta. Aún así, con estos resultados, los emeritenses viajarían a la última jornada con posibilidades de agarrar la cuarta plaza. Pero el técnico serbio quería seguir dependiendo de sí mismo, así es que con uno menos continuó atacando como si jugara con uno más. De valientes. Por eso el Destino le premió con el gol de última hora de Luciano. Miguel Rivera, su homónimo del Águilas, era consciente que sólo le valía ganar para llegar a la última semana con opciones reales, aunque improbables, de ascenso. Y aún así, con uno más, siguió jugando igual: aguantando y esperando. De mediocres. Por eso el Destino le castigó con el gol de última hora de Luciano.Un destino que se la tenía guardada. Porque él, y sólo él (también la falta de personalidad del colegiado), provocó que la amarilla de Regino a diez minutos del descanso se convirtiera en roja, y un partido feo, pesado y soso se metamorfosease en otro vibrante. No para bien de los de Rivera sino para bien de los de Milojevic. Por eso el mismo Destino teledirigió un rechace en la frontal del área a las botas de Luciano, que otra vez en el último suspiro del partido y a la media vuelta envolvió el premio a la actitud, el fútbol, el peligro y las ganas de ganar con su decimonoveno tanto del curso.El Romano fue entonces todo un delirio. El presidente de rodillas en el césped, los jugadores saltando como locas, los aficionados invadiendo el terreno de juego, el estadio retumbando como nunca... Lógico. Ganó el Melilla, ganaba el Granada y perdía el Baza (que se jugará la permanencia la próxima jornada). Y el gol de Luciano provocaba que nada de eso sirviera: el Mérida continúa dependiendo de sí mismo, a falta de una jornada, para disputar las eliminatorias de ascenso.Y se lo mereció. Sobre todo en la segunda parte. Antes de esa segunda parte, un partido sin peligro y demasiado trabado se topó con la pillería del técnico del Águilas. Honorio se fue de Regino en la banda de tribuna, cerca del área técnica del banquillo visitante, y al zaguero se le ocurrió parar al aguileño con una zancadilla inofensiva. Miguel Rivera salió disparado hacia Regino como si esté hubiese apuñalado a su hombre. Una faltita normal y corriente, de amarilla, la convirtió Rivera con sus aspavientos violentos en un asesinato. El manchego Hidalgo Moreno, acobardado e impresionado, correspondió a esas protestas con la roja. Una inferioridad que aturdió al Mérida hasta el descanso.Pero tras otra nueva charla de Milojevic, los emeritenses volvieron a transformarse en la segunda parte, su mitad favorita. El técnico serbio dejó a Zafra, que sustituyó a Ismael, toda la banda izquierda para él solito, y con su ayuda y la calidad de Carlos Rubén, Cuevas y Luciano, el Mérida se marcó unos 45 minutos mejores y más intensos que sus precedentes del día del Melilla. Segovia y Juan Carlos, mientras ayudaban a Chupri, Juli Ferrer y Mansilla a que el Águilas no le cogiera demasiadas veces en inferioridad, asistieron a la perfección a los cuatro de arriba (dos de ellos, Luciano y Cuevas, nunca bajaban. He ahí las intenciones de Milojevic). Bajo este sistema, el Mérida creó hasta cinco ocasiones claras de gol. Balones despejados por los murcianos en la línea, goles anulados, paradones de Iván Gómez... Hasta que Luciano, cuando todos achuchaban pero casi nadie creía, envolvió en su empeine un rebote que caía del cielo. El final de la historia ya se la saben. Gol, delirio, invasión de campo, justicia y un sólo grito de los aficionados: ¿A Segunda!
Crónica y fotos Diario HOY.
1 comentario:
vamos merida vamos keremos estar en segunda vamos
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